viernes, 9 de septiembre de 2011

LA ORGANIZACIÓN DEL EJERCITO ROJO

Rojo, en la Casa del Pueblo Alexeiev

La revolución de febrero y la de octubre se llevaron a cabo esencialmente bajo el signo de la lucha por la paz sobre bases democráticas honestas. La burguesía, que en el primer período de la revolución había recibido el poder, frenó con su política imperialista la causa de la paz.

Con esa intención hemos hecho todos los esfuerzos posibles hemos aceptado todos los sacrificios, llegando hasta desmovilizar el antiguo ejército y declarar el cese de las hostilidades con los Imperios Centrales. Pero el imperialismo alemán, que no sufría mayor presión revolucionaria interna, cayó con todo su peso sobre una Rusia casi desarmada y, asestándole una serie de pérfidos golpes, la obligó a firmar una paz terriblemente dura.

Mientras la existencia de Rusia se halle amenazada constantemente por Alemania, Japón y las otras potencias imperialistas, la paz no puede durar, y de ahí que la organización de la defensa del país, la movilización de todas sus fuerzas, para una resistencia armada contra el enemigo exterior e interior, sea la tarea esencial que nos dicta este momento.

¿Cuáles son, pues, las medidas concretas y prioritarias que se deben adoptar inmediatamente y con todos sus alcancés?

Instrucción militar obligatoria para toda la población de Rusia. Cada obrero y cada campesino deben consagrar cotidianamente cierto número de horas a su instrucción militar. En calidad de instructores hay que reclutar a los antiguos soldados experimentados, a los suboficiales y a los representantes del antiguo personal de mando.

Agarraremos por el cuello y exhibiremos a la luz del día a todos los oficiales, médicos y especialistas intelectuales que hasta este momento han demostrado gran celo en materia de sabotaje. Se dice que los ex oficiales son de índole contrarrevolucionaria, que es peligroso confiarles la parte militar del ejército socialista. Pero, en primer lugar, solo estarán encargados del aspecto técnico y operativo-estratégico del trabajo; todo el aparato del ejército, su organización y construcción interior serán asuntos exclusivos de los soviets de diputados obreros y soldados. En segundo lugar, los oficiales y generales eran peligrosos cuando eran los dueños de todo el mecanismo del poder del estado. Hoy día son incapaces de quebrar y minar las bases del poder soviético. Y que todos ellos sepan y no olviden que a la menor tentativa por aprovecharse de sus posiciones con fines contrarrevolucionarios sufrirán un fuerte castigo, serán tratados con toda la severidad del orden revolucionario y no habrá piedad para con ellos.

En lo que respecta a la disciplina en el ejército, debe ser la de hombres unidos por una sola y firme conciencia revolucionaria, la conciencia de su deber socialista. No será la disciplina basada en las órdenes de arriba, la del bastón del oficial, sino la disciplina fraternal, consciente, revolucionaria.

El país está quebrantado; la economía, desorganizada, y no hay un control severo. Y sin control es muy difícil organizar la defensa. Paralelamente a la lucha implacable contra los especuladores y los capitalistas, que insisten todavía en enriquecerse con la miseria del pueblo y agravan el ya caótico estado del país, llevaremos a cabo una lucha igualmente decisiva y severa contra los elementos extraviados de los trabajadores que saquean y destruyen la propiedad común en decenas y centenas de millares de rublos. El pueblo revolucionario justificará la lucha contra esos elementos descarriados, en nombre de la defensa y salvaguardia de la propiedad pública.

Tenemos enemigos por todas partes; pero en Europa también tenemos amigos: la clase obrera. A ella le es mucho más difícil que a nosotros luchar contra su propia burguesía, magníficamente organizada y siempre poderosa. Pero cuatro años de guerra preparan inevitablemente un terreno sólido para la revolución en toda Europa. Tarde o temprano el fuego de la guerra civil revolucionaria estallará en Europa; tampoco en esa guerra debemos ser los últimos; debemos estar armados de pie a cabeza para la lucha; debemos vencer y venceremos, pues la clase obrera insurreccionada de todas las naciones tiene que triunfar, y triunfará, en una lucha decisiva contra sus eternos enemigos que han comenzado y que aún continúan con sus pillajes y carnicerías increíblemente sangrientos.

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