El Club de los Sin Camisa
“... trescientos años de calma, ¿no bastan?”
Simón Bolívar. 3 de Julio de 1811
Nelson Escobar
Sin
pretender ser un científico social, pero consciente que para
derrotar al capitalismo, es innegable reconocer, afrontar con
entereza, firmeza y decisión la lucha de clase. Este reconocimiento
nos lleva indudablemente a ubicar el enemigo principal de la
Revolución Bolivariana, y este enemigo principal no es más que el
imperialismo estadounidense, sería de Perogrullo afirmar, que la
unidad de los revolucionarios y el pueblo es requisito indispensable
para derrotarlo, consolidar a la vez la independencia y soberanía
nacional. Llevar adelante esta inmensa tarea que nos dejaron
nuestros libertadores y esta, conlleve a la edificación del
socialismo. Necesita aún más de nuestros colosales esfuerzos donde
está como objetivo esa Patria
próspera de bienestar y felicidad que queremos.
¿Qué
objetivos pueden existir hoy en un revolucionario o revolucionaria
que sean superiores a los cinco grandes objetivos históricos
propuestos en el programa de la Patria por nuestro líder Hugo
Chávez? Independencia
nacional, continuar construyendo el socialismo, convertir a Venezuela
en un país potencia, una nueva geopolítica internacional y
contribuir con la preservación de la vida en el planeta.
¿Qué
necesitamos para ello? Un líder, un programa, un partido
revolucionario y un pensamiento,
y sobre todo, un pueblo consciente, organizado y movilizado. He
allí el peligro que ve el imperialismo en el desarrollo de la
Revolución Bolivariana.
En
medio de este colosal esfuerzo (07 de octubre 2012) que liderizó el
camarada Hugo Chávez
junto al pueblo; obteniéndose en esta batalla, una victoria contra
el imperialismo, una de tantas que debemos librar por la felicidad de
la Patria,
en este llamado que nos hace el líder a apoyar sus candidatos,
debemos poner a prueba en lo concreto, nuestra DISCIPLINA
Y COMBATIVIDAD.
Vacilar,
asumir términos medios, no acatar la línea en éste preciso momento
es ponerse al lado de la traición.
“Quien
no sabe cumplir órdenes, no está en condiciones de impartirlas.
Quien no se somete a la disciplina no puede exigirla a los demás.
El dirigente debe ser
disciplinado y respetuoso de las normas establecidas
y saber exigir de los demás el cumplimiento con autoridad moral.
Para ello tiene que comenzar por exigirse a sí mismo, el
cumplimiento de sus deberes ganando el respeto de los subordinados
sobre la base de su conducta ejemplar… Debe saber navegar contra la
corriente. Cuando se percata que están en peligro; ni el halago,
ni la compulsión, ni el beneficio personal deben apartarlo de la
senda de los principios. En ocasiones por inmadurez del colectivo,
se cae en sensiblerías atentatorias a las normas establecidas y es
necesario que el dirigente acuda a sus reservas de principios
revolucionarios para oponerse resueltamente a la vulneración de
los mismos, aunque momentáneamente, no sea comprendido por la
mayoría.
El
dirigente se prueba cuando tiene que abandonar el camino fácil y
trillado y orientarse por una nueva senda, no explorada aún, pero
que es indispensable transitar para alcanzar la meta propuesta. Los
éxitos no deben subírsele a la cabeza.
Por
mucho que sea el esfuerzo individual, ningún éxito se debe
exclusivamente a la actividad personal del dirigente, sino que son
las masas con su acción colectiva, la que determina la coronación
del triunfo logrado. No puede por tanto, envanecerse de los éxitos
sino ubicarlos en el esfuerzo colectivo, sin el cual no es posible
alcanzarlos.
Debe
ganarse el respeto de sus subordinados y la confianza de sus
superiores.
Las
consignas se trazan para cumplirlas y frente a las dificultades debe
luchar indoblegablemente para su cumplimiento en tiempo y forma.
Con ello ganará autoridad ante la masa y fe en su capacidad por
parte de los organismos superiores…”(1).
1.
El trabajo de dirección en el socialismo, antecedentes y enfoques
actuales.
Díaz
Borrego Orlando,
Editorial
Ciencias Sociales
La
Habana Cuba, 2009
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